viernes, 10 de octubre de 2014

Otoño



A medida que pasan los días,  estos se van haciendo más cortos y oscurece antes, de igual manera nos encontramos con que  amanece más tarde. Tenemos menos horas de luz que durante el verano, y es que queramos o no, llegó el otoño.




Es en otoño cuando la naturaleza nos llega a regalar imágenes imposibles de belleza, los colores verdes del verano y de  la primavera empiezan a amarillear, a  ganar tonos marrones y granates. El suelo se convierte en una alfombra marrón y reseca creada por las hojas que poco a poco se van cayéndose, mecidas por los suaves roces del viento. Las luces de otoño y el contraste de los árboles, nos regalan, verdaderas paletas de colores otoñales, y la naturaleza se cubre con matices verdes, amarillos, naranjas, ocres y rojos vivos.



 
Los matices de color del otoño dependen de la naturaleza, porque las hojas de las plantas poseen unos pigmentos que poseen unas moléculas las cuales atrapan la luz, la absorben y hacen rebotar de una manera diferente los rayos de luz. Cuando la luz que rebota desde las hojas llega al ojo, se produce una sensación de color distinta en función de cómo haya absorbido la hoja esta energía.
Cuando los días se hacen más cortos, la clorofila que ha empezado a degradarse absorbe la luz solar y convierte las hojas s a tonos morados, rojizos y azulados.















Además de clorofila, las hojas tienen unos pigmentos conocidos como carotenoides y flavonoides, que pueden darle a las hojas sus colores amarillos, naranjas y rojos. Durante la época estival apenas se aprecian estos pigmentos porque la clorofila los camufla, pero es en otoño cuando todos ellos se degradan, y en este caso, los tonos verdes lo hacen de manera más rápida. Entonces las hojas adquieren esos colores  amarillos naranjas.



El otoño, a  pesar de ser una época en la que  las temperaturas son más suaves, despierta  el espíritu de exploración, de los largos paseos por los montes, por los senderos para dejarse llevar por todas las sensaciones que la lluvia de hojas despierta. Es una estación de ensoñación, tanto para mayores como para pequeños  y una buena oportunidad para acercarse a la naturaleza, a sus nuevos colores y sentimientos.



Existe una leyenda procedente de  Tierra del fuego y conocida como  KAMSHOUT y  el otoño (el origen de los loros)”.
Los bosques siempre estaban verdes porque los árboles jamás perdían las hojas, ni cambiaban de color al llegar el otoño. En aquella época, vivían cerca del fin del mundo, un pueblo conocido como Ona. En ese pueblo había un joven llamado Kamshout.



Cierto día, Kamshout partió para realizar un viaje a tierras lejanas. Pasó el tiempo, mucho más de lo esperado, pero el joven no regresaba, todos extrañaban al muchacho y las historias que él contaba al volver. Al ver que no volvía su familia y amigos lo dieron por muerto.
La aldea permaneció triste durante muchísimo tiempo, pero cuando ya nadie lo esperaba, Kamshout apareció. A su vuelta les contó que había descubierto un lugar mágico, lleno de belleza, poblado de hermosísimos bosques,  que daban la impresión de no terminar jamás, los árboles perdían las hojas al llegar el otoño hasta parecer  totalmente muertos. Pero, con la llegada de la primavera, con los primeros rayos de sol y de su calor, pequeños brotes aparecían  hasta lograr poblar los arboles verdes, todo volvía a brotar como por arte de magia. Nadie le creyó, y todos se burlaron  tomándole  por loco.



Muy triste y enfadado decidió irse para siempre, se internó en el bosque, nadie lo volvió a ver.
Pasó el tiempo, el joven regresó convertido en un pájaro, poseía unas plumas  verdes y  amarillas por el lomo, y rojas en su pecho. Su pico era ganchudo. Se había convertido en  un loro.


 
Cuando llegó el otoño, comenzó a revolotear de árbol en árbol, al rozarlos, con sus plumas rojas los fue tiñendo a todos  de colores rojos. Después comenzaron a caer, las hojas convertían  el suelo en una alfombra marrón dejando  los arboles desnudos por completo. En el pueblo todos pensaban que  se iban a morir.



Entre la angustia y las preocupaciones de los habitantes, iban pasando los días y las noches y  llegó la primavera. 


Las ramas de los árboles comenzaron a cubrirse con pequeños y apiñados brotecitos verdes. Que grande fue la sorpresa al comprobar que Kamshout no había mentido.





Desde entonces, se cuenta que los loros se reúnen en grupos en las ramas de los árboles emitiendo sus característicos chillidos para reírse de los incrédulos.
 


2 comentarios:

  1. ¡Qué bonituras Inma! ¡Como siempre! ¡Y la leyenda que lo acompaña! un beso!

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  2. Son preciosas Inma, como todos tus trabajos finos , elegantes y puestas sientan de maravilla. Un besito

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