A medida que pasan los días,
estos se van haciendo más cortos y oscurece antes, de igual manera nos
encontramos con que amanece más tarde. Tenemos
menos horas de luz que durante el verano, y es que queramos o no, llegó el
otoño.
Es en otoño cuando la naturaleza nos llega a regalar imágenes
imposibles de belleza, los colores verdes del verano y de la primavera empiezan a amarillear, a ganar tonos marrones y granates. El suelo se
convierte en una alfombra marrón y reseca creada por las hojas que poco a poco
se van cayéndose, mecidas por los suaves roces del viento. Las luces de otoño y
el contraste de los árboles, nos regalan, verdaderas paletas de colores otoñales,
y la naturaleza se cubre con matices verdes, amarillos, naranjas, ocres y rojos
vivos.
Los matices de color del otoño dependen de la naturaleza,
porque las hojas de las plantas poseen unos pigmentos que poseen unas moléculas
las cuales atrapan la luz, la absorben y hacen rebotar de una manera diferente
los rayos de luz. Cuando la luz que rebota desde las hojas llega al ojo, se
produce una sensación de color distinta en función de cómo haya absorbido la
hoja esta energía.
Cuando los días se hacen más cortos, la clorofila que ha
empezado a degradarse absorbe la luz solar y convierte las hojas s a tonos morados,
rojizos y azulados.
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Además de clorofila, las hojas tienen unos pigmentos
conocidos como carotenoides y flavonoides, que pueden darle a las hojas
sus colores amarillos, naranjas y rojos. Durante la época estival apenas se
aprecian estos pigmentos porque la clorofila los camufla, pero es en otoño
cuando todos ellos se degradan, y en este caso, los tonos verdes lo hacen de
manera más rápida. Entonces las hojas adquieren esos colores amarillos naranjas.
El otoño, a pesar de
ser una época en la que las temperaturas
son más suaves, despierta el espíritu de
exploración, de los largos paseos por los montes, por los senderos para dejarse
llevar por todas las sensaciones que la lluvia de hojas despierta. Es una estación
de ensoñación, tanto para mayores como para pequeños y una buena oportunidad para acercarse a la naturaleza,
a sus nuevos colores y sentimientos.
Existe una leyenda procedente de Tierra del fuego y conocida como “KAMSHOUT y el otoño (el origen de los loros)”.
Los bosques
siempre estaban verdes porque los árboles jamás perdían las hojas, ni cambiaban
de color al llegar el otoño. En aquella época, vivían cerca del fin del
mundo, un pueblo conocido como Ona. En ese pueblo había un joven llamado
Kamshout.
Cierto día,
Kamshout partió para realizar un viaje a tierras lejanas. Pasó el
tiempo, mucho más de lo esperado, pero el joven no regresaba, todos extrañaban
al muchacho y las historias que él contaba al volver. Al ver que no volvía su
familia y amigos lo dieron por muerto.
La aldea permaneció
triste durante muchísimo tiempo, pero cuando ya nadie lo esperaba, Kamshout apareció.
A su vuelta les contó que había descubierto un lugar mágico, lleno de belleza, poblado
de hermosísimos bosques, que daban la impresión de no terminar jamás, los
árboles perdían las hojas al llegar el otoño hasta parecer totalmente muertos. Pero, con la
llegada de la primavera, con los primeros rayos de sol y de su calor, pequeños
brotes aparecían hasta lograr poblar los arboles verdes, todo volvía a
brotar como por arte de magia. Nadie le creyó, y todos se burlaron tomándole por loco.
Muy triste
y enfadado decidió irse para siempre, se internó en el bosque, nadie lo volvió
a ver.
Pasó el tiempo,
el joven regresó convertido en un pájaro, poseía unas plumas verdes y amarillas por el lomo, y rojas
en su pecho. Su pico era ganchudo. Se había convertido en un loro.
Cuando
llegó el otoño, comenzó a revolotear de árbol en árbol, al rozarlos, con sus
plumas rojas los fue tiñendo a todos de
colores rojos. Después comenzaron a caer, las hojas convertían el suelo en una alfombra marrón dejando los arboles desnudos por completo. En el
pueblo todos pensaban que se iban a morir.
Entre
la angustia y las preocupaciones de los habitantes, iban pasando los días y las
noches y llegó la primavera.
Las ramas
de los árboles comenzaron a cubrirse con pequeños y apiñados brotecitos verdes.
Que grande fue la sorpresa al comprobar que Kamshout no había mentido.
Desde entonces,
se cuenta que los loros se reúnen en grupos en las ramas de los árboles emitiendo
sus característicos chillidos para reírse de los incrédulos.
¡Qué bonituras Inma! ¡Como siempre! ¡Y la leyenda que lo acompaña! un beso!
ResponderEliminarSon preciosas Inma, como todos tus trabajos finos , elegantes y puestas sientan de maravilla. Un besito
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